1.
EL "MOVIE" de LUCAS
Para
ser mediados de julio no era un día muy caluroso en Miami. Estaba soleado y hermoso
y se le sentía un sutil frescor a la brisa. El vigor del cielo prometía que así de bonito permanecería
hasta caer el sol en un típicamente esplendoroso atardecer miamense. Judy y yo decidimos que el tiempo se prestaba para ir a SoBe.?
SoBe (pronunciado soubi) es el nombre que le dimos a
nuestro apartamentito en South Beach, área playera de Miami Beach referida comúnmente
por su apodo SoBe, así como el apodo SOHO define al sector
de Nueva York al sur de la calle South Houston, lugar donde frecuentemente
me llevaba mi trabajo de actor y locutor. También frecuentaba a SOHO por las
memorias que me traía y sus especiales encantos como lugar único de la ciudad. SoBe tiene un atractivo semejante, propio, también. Profundiza
más allá del simple hecho de que es un área de playa turística internacional
donde el festejar es su más reconocido estandarte.
La
vida interna de SoBe es más compleja y variada. SoBe es un micro
Nueva York sin los rascacielos. Y como la celebre ciudad, mucho de lo que
contiene es accesible caminando. Cuando no provoca andar a pie están los taxis,
que también como en Nueva York circulan constantemente y están casi siempre a
la vista. Y está también la opción del transporte público, mediocre, pero
adecuado.
Desde el octavo piso la vista en el peque?o balcón de nuestro SoBe es directa a la orilla de la playa South Beach?y al
mar abierto. El simple estar en el
balcón seduce.? Lo que ofrece para los
ojos y los sentidos siempre es nuevo y cautivador. No existen dos días iguales,
ni tardes, ni hora, y la configuración del cielo existe en un estado de cambio
constante, como el del mar. En la playa misma, la cantidad de gente, sus colores,
nacionalidades, tama?os y formas fluctúan igual. Desde el balcón el panorama vive
en perpetua transformación, estampado en cada instante con una singular huella
digital de belleza y asombro. Cuando uno pone pie en la terraza, a cualquiera, las
sensaciones del tiempo y el espacio se le ajustan a otro nivel, a veces sedosamente
y otras de manera brusca, según el humor del tiempo en el momento. En el balcón
de SoBe he sentido a quemarropa el estruendo de relámpagos
histéricos que corren arbitrariamente por los obscuros nubarrones que liberan
fuertes aguaceros. Y cuando la serenidad del tiempo marca el carácter del día, arrullado
por la caricia de los cálidos vientos que lo visitan, he quedado profundamente dormido
en nuestro balconcito.
Para
nuestros nietos, SoBe es igualmente de atrayente y nunca
les faltan ganas de ir. Gozan cantidades.? Y ese bonito día de julio la oportunidad de
ir le tocó a Lucas, el menor de los dos varones de nuestra hija Charissa. Ella organizaba
los planes para el día y Lucas no estaba muy entusiasmado con la agenda que
tenía preparada su madre. Desde que habían llegado a pasarse unos días con
nosotros de vacaciones, Lucas estaba remando que lo lleváramos a SoBe. Enseguida aprovechamos la oportunidad que se daba
para llevárnoslo y estar solo con él.
Cuando
los hijos nos visitan, ya sea solos o con sus familias, los alojamos en nuestra
residencia de Coral Gables donde hay espacio de sobra. Charissa
y su gente habían recién llegado de un crucero bien divertido que habían tomado
con los familiares del marido y estaban todos de buen ánimo. Judy y yo alegres también con solo el hecho de tenerlos otra
vez en casa.? La semana anterior habían
llegado de Baltimore, donde viven, para pasarse unos días con nosotros en
espera del crucero. Derek y los suyos habían llegado desde Boquete para
completar la reunión de nuestra familia, pero ya se habían regresado a Panamá.
Devuelta de su crucero, a Charissa y Cia. les tocó un tiempito más con nosotros antes de regresar
a casa. Nada nos contenta tanto como estar acompa?ados de nuestros hijos y nietos,
y más cuando nos visitan aunque sea por tiempitos
prestados.
Otro
gran placer para nosotros es poder pasar tiempo a solas con un nieto a la vez. Contar
con la compa?ía de uno solo, sin la presencia de los padres para influirles (o
inhibirles) su comportamiento o fraccionar la atención que requieren sus
juveniles inquietudes, es un deleite singular para nosotros los abuelos. Disfruto
enormemente cuando tengo al nieto con nadie más que conmigo y cuento
exclusivamente con su atención y compa?ía. Igual gozan ellos de la oportunidad
de estar a solas con cualquiera de los dos, pero les arrebata cuando comparten exclusivamente
con Abuelita y Abuelito.
?Lucas, quieres ir a SoBe con nosotros??
le preguntamos cuando lo ví deambulando por allí sin
rumbo.
?YES! Of course!?, respondió enseguida
con un instantáneo cambió de humor. Es de esos hijos de hispanos en Estados
Unidos que no hablan casi nada de espa?ol, si acaso.
Nuestros
cuatro nietos—Ian y Gianmarco,
los dos mas chicos de nuestro hijo Derek, y Lucas y su hermano mayor, Jaedon, ya ingresado en high school—están
acostumbrados a que generalmente le tengan programado con alguna actividad el
tiempo libre en sus vacaciones o días feriados. Cuando no hay nada prescrito en el horario del
día, los pelaos tienden al aburrimiento, que se agudiza cuando la distracción
estupefaciente que les ofrece la televisión ya no les surte efecto.
El
más afectado por la falta de una agenda pre-ordenada
es Lucas. Se pone necio y se agarra de excusa cualquiera para acercarse
repetidamente cuando estoy trabajando a preguntar si hay algo que podemos hacer
juntos. Cuando le digo que me es imposible dejar de lado el trabajo, la
decepción que registra su tierno rostro me llena de culpabilidad. Trato
entonces de explicarle que lo que me absorbe es importante; y él, con su
acostumbrada dulce apacibilidad, entiende y acepta mi rechazo. Si no hay nadie más
al alcance a quién recurrir, ronda como abejita sin rumbo por la casa, viendo a
donde holgar su aburrimiento.
Lucas
es un personaje especial, y no porque sea mi nieto. Posee un sentido de si
mismo que le hace difícil administrar los contrastes con que sus emociones le
definen la realidad. Conoce quién es, pero le cuesta manejar las sensibilidades
emocionales que le dificultan cómo comprenderse. Por un lado
tiene una innata propensión por darle sentido intelectual a las cosas que afectan
sus emociones, y casi siempre acierta. Pero por el otro, el mero hecho de poder
reconocer sus debilidades le causa inseguridad que él quisiera, pero no sabe como controlar. Este dilema lo
obliga a la ponderación existencialista y lo dota con un sentido de humor que
emplea afiladamente al gatillo y que a menudo condimenta con un sarcasmo irónico
que le sirve de protección. Cuando conversamos, frecuentemente rompo en risa por
el humor de sus réplicas. De los cuatro creo que es el nieto que más atención
le da a las grandes interrogantes de su existir, las cuales pondera (no se
cómo) de manera intuitiva. Por ello su personalidad emana una profunda ternura
amorosa que nos ablanda el corazón y nos predispone al cari?o.
En una de sus visitas
anteriores que nos hizo Charissa con su familia, compartí
una conexión mágica intelectual con Lucas que reafirmó mi creencia de que los
ni?os son naturalmente sabios y tienen una innata capacidad espiritual para
entender la vida filosóficamente.? Lastima
que al crecer, a la gran mayoría se les suplanta este
don con el inculco de dogmas sociales y religiosos que adormecen la innata
rebeldía creativa de su ni?ez.? En mi
vida de adulto he tenido conversaciones con ni?os donde he aprendido lecciones
de sabiduría filosófica de primer orden. ávido buscador que soy de la sabia
desde mi adolescencia, me apego a cualquier experiencia, refrán o palabras que nutran
el largo autoaprendizaje a que me he prescrito de discernir lo que es sabio en
mi mundo interior y exterior. La
sabiduría me ha ayudado desde muy temprano a navegar el mar de adversidades y
errores que se le interpone a uno en la vida.?
Cuando de la mente y labios de un ni?o escucho expresiones sabias, le
presto particular valor, por la destilada envoltura de pureza filosófica que
las inspira.? Vienen desveladas del
intelecto que muchas veces en nosotros los mayores se antepone al conocimiento
sabio intuitivo. Son capaces de reflejarnos con mayor autenticidad nuestra
participación en el mundo que percibimos. Por eso cuando mis nietos me
sorprenden con observaciones profundas de si mismos, procuro por siempre
recordar lo aprendido con ellos, así como hago con refranes y dichos que me
sirven de faros filosóficos para cuando necesito reencontrar en la oscuridad el
camino perdido.
Entre los cuantos momentos de estos que he tenido con cada uno de mis
nietos individualmente, me viene ahorita a memoria uno en particular con Jaedon, en sus tempranos a?itos.
Cuando
viví en Nueva York me era fácil tomar el tren a Baltimore para visitar a mi
hija. Penn Station
me quedaba a pocas cuadras. Charissa aprovechaba mi
estadía para dejar a Jaedon en mi cuidado y salir al
cine con Rob, su esposo, o a cenar. Lucas no había
nacido. Me encantaba estar con Jaedon a solas. Siendo
el primer nieto—sin pensar que otros nietos o nietas llegarían—Jaedon recibía grandes cantidades de atención de parte mía
y de Judy. Vivir en Nueva York daba oportunidades
para lidiar bastante con él. Charissa nos visitaba en
la gran manzana frecuentemente. La recibíamos felices de verla y ansiosos por
tener la oportunidad de compartir con Jaedon solos. Nuestra
adoración de Jaedon y Jaedon
de nosotros era patente.
Fue
en una de las visitas que, sin Judy, le hacía a Charissa desde Nueva York cuando tuve ese momento especial
con Jaedon, como el que tuvimos con Lucas esa tarde.
A Jaedon lo habían dejado a mi cuidado mientras Charissa y su marido iban al cine. Pensaban regresar cerca
de la medianoche. Era cerca de las nueve cuando me dejaron a Jaedon en pijamas y en cama en su cuarto en el segundo
piso. Charissa dejó instrucciones estrictas de no
permitir que Jaedon se bajara de la cama, e
insistirle que se durmiera pronto si mostraba indicios de querer luchar contra
el sue?o.
Mi
hija tiende en algunos asuntos de la crianza de sus hijos a ejercer disciplina
autoritaria; su madre y yo pensamos que a veces más de lo necesario, tal vez
por querer compensar la poca con que nosotros le aplicamos a ella y a su
hermano.? Ella y su marido le dan un cuidado especial a sus ni?os. Los adoran y los
colman de amor y atención. También se suscriben al concepto de que para el ni?o, la disciplina, entre otros controles internos
en el hogar, le favorece una saludable estructura para su crecimiento. Ojala y tengan razón. Son tiempos mucho más difíciles en que
criar ni?os. Es probable que hoy día le hubiese dado otro tipo de crianza a los
míos.
Puede
que la insistencia de Charissa en que impusiera mi
voluntad sobre Jaedon esa noche, esté fundamentada en
el valor de los beneficios de la disciplina en la crianza de los ni?os, pero yo
pienso que mi hija más bien presentía, si no sabía, de que su hijo pelearía
contra el sue?o a como diera lugar por las ganas locas que tenía de estar con
su Abuelito—y más cuando estaría a solas con él. Cuando juntos el y yo y nadie
más, lo entretenía con toda clase de payasadas que lo hacían morirse de risa.
Se divertía a montones.? El simple estar
conmigo, sin alboroto, también lo disfrutaba.
Fue
justamente después de alejarse el ya conocido ruido del auto de sus padres que
escuché la vocecita de mi Jaedon.
?What
did you say, Abuelito??
No
podía verlo, ni el a mi, pero sabía que estaba en el piso de arriba al borde de
las escaleras. Yo estaba con luz encendida, frente a mi laptop en el peque?o
escritorio de Rob que quedaba en la esquina del antesala. Había llegado el momento de prueba: ?aplicaba
o no la regla de la madre de que ordenara al ni?o de vuelta a su cama? En el
proceso de pararme, de nuevo lo escucho: ?What did you say, Abuelito??, esta vez con mayor volumen.
Era una
táctica favorita que empleaba Jaedon para atraer atención
en momentos que la requería o deseaba la compa?ía de uno y compartir. Tenerme a
mi, solito para él, y que le salgan con una ?condena? a dormir, cuando su deseo
es todo lo contrario, era demasiado martirio para el muchachito. Pese las
advertencias de la mamá, decidió rifársela. Con preguntar what did you say, el peque?ito neutralizaba (al menos su astucia
infantil así lo deducía) el rega?o que le vendría por desafiar la orden de someterse
al sue?o.
En
ocasiones anteriores, cuando en nuestro cuidado, la maniobra le había dado buenos
resultados. La artima?a empleada para lograr el seguir disfrutándonos, nos
resultaba tan gracioso que generalmente capitulábamos tras apenas un par de sus
encantadores intentos. Verlo feliz por el éxito que obtuvo su estrategia era
recompensa suficiente para sus abuelos.
??What
did you say Abuelito??
Esta vez el tono y volumen eran para asegurarle mi atención.? Así, procurando ocultar mi sonrisa, dejé el
trabajo y me dirijo hacia las escaleras, y allí estaba arriba, paradito al
borde del primer escalón, con pijamas cubriendo hasta el cuello su bultito de
gente y vistiendo su irresistible y desarmadora carita de inocente.
?Jaedon, your mother said you have to sleep?,
le advertí, fingiendo firmeza, luchando para no soltar la sonrisa. ??Quieres
que te ayude a dormir?? Sabía como inducirle el sue?o con cuentos cantados que le
improvisaba, y que el gozaba.? Pero ?dormir?,
nada que ver con este ni?o.
?Yo
quiero estar contigo, abajo?, confiesa. ?Yo no tengo sue?o.?
Con
eso fue suficiente. La contenida sonrisa se me escapa en grande, y al verla, sabe
el pelaito al instante que ha desarmado al abuelo, y con
eso suelta la suya. Confiado de que ya no le es necesario negociar para estar
conmigo comienza a bajar rápidamente las escaleras. ?Ten cuidado?, le advierto,
?con medias puedes resbalar. Baja despacio y fíjate donde pisas y de donde te
agarras.? Le cuesta concentrarse y no baja despacio como debía. Es demasiado su
entusiasmo. No le quito la vista.
Cuando
está cerca, aplaudo dos veces y le extiendo mis brazos. Reconoce enseguida que
los dos aplausos es mi invitación a que brinque a ellos, y se lanza sin vacilar.
Cargar
a un nieto es igual de delicioso, sino más, que tener a un hijo en brazo. Los
abuelos saben a que me refiero.
???????? ?Te advierto, no vamos a poder jugar ni
hacer escándalos, ?oíste?? le digo para mi propia protección. ?Tu madre me hizo
asegurarle que dormirías y si ella te ve despierto cuando regrese, va a estar
bien enojada contigo y conmigo. Así que nada de alboroto.?
Una
vez lo veo feliz en mis brazos, lo comienzo a consentir. ?A ver, ?qué te
provoca hacer?
???????? ?Ehhh?quiero jugar en el laptop. Eso será callado.?
?Good choice?, le
confirmo, y me pongo a apagar las luces mientras lo sujeto, dejando solo encendida
la del escritorio, donde me siento y pongo al ni?o sobre mis piernas frente al
computador de su padre. Tenerlo allí se sentía tan rico que me provocó besarlo
en la corona de su cabecita y darle un tierno abrazo. ?I like being with you, Jaedon.
I?m glad we?re together now? le dije amorosamente. Y con la voz
templada del cari?o que sentía por él, le defino las reglas de nuestra
complicidad en desautorizar a su madre.
?No me agrada ir en contra de la
orden de tu mami?, sabes. ?Si permito
que estés conmigo aquí ahora, lo hago solo porque te quiero mucho y tengo
deseos de estar contigo también?y quiero aprovechar la oportunidad que estoy de
visita.? Con seriedad algo exagerada a?ado: ?y sin darme peros, ah. En el
momento que escuchamos llegar el auto de tus padres, huyes para arriba y te
acuestas y te haces el dormido, ?me entiendes? No te van a dejar estar más
conmigo si te encuentran despierto y aquí abajo. ?OK??
???????? ?Yes
Abuelito?, me contesta de manera que pretende darme la tranquilidad que piensa
él que necesito para cambiar el tema. Me hubiese confirmado cualquier cosa el pelaito, con tal de que lo dejara seguir allí conmigo. Estaba
ansioso por mostrarme su destreza en el uso de la página Web para ni?os de
Disney. Al apurarse a abrir el laptop del papá la ternura de su rostro se
ilumina por el resplandor de la pantalla. Con ojos en grande,
agarra el ratón en su manito y con una rápida secuencia de clics se desplaza habilidosamente
hacia el programa deseado, y al llegar da la vuelta y me dice ?Watch this, Abuelito!?
Cuando aparece el festivo sitio Disney, es succionado el ni?o al ciberespacio
de la diversión electrónica.
Mientras piloteaba concentrado por su mundo de diversión, le hacía
alguna que otra preguntilla, para confirmarle que yo estaba disfrutando a la
par con él y presto a que me ense?ara o hablara de lo que le provocaba.
Compartir
con ni?os y prestarle atención a lo que les interesa en cierto momento es un
gesto que aprecian intensamente, especialmente si proviene de quienes ellos
saben los aman profundamente. Y cuando accedemos a su invitación al juego, nos
disfrutan y se nos entregan de alma aun más. Para nosotros la recompensa es
igual de grande. El tiempo invertido en darles la atención en momentos claves, nos
asegura por mucho tiempo ser beneficiados por el enriquecedor cari?o—y la
confianza—que son capaces de entregarnos.
Cuando
un ni?o está en ese estado regocijante y de agradecimiento, es oportuno impartirles
buenas ense?anzas que pueden durarle toda la vida. La oportunidad merece todo
el cuidado posible. Así sentía el ambiente en ese momento con Jaedon. Quería disfrutarlo y a la vez, aprovecharlo. Las sensaciones
ricas de amor que sentía con él eran para saborearlas. Y nuestros canales de
comunicación, abiertos de par en par, estaban sensibilizados para una buena
transmisión de sabiduría; así que lo dejé que disfrutara su juego Internet y presté
atención a lo que con entusiasmo me quería ense?ar. Una vez se cansara o aburriera, lo llevaría a la cama y allí hablaríamos
un ratito de algo que le inculcara una ense?anza útil que tal vez le resultaría
duradera. Luego, lo pondría a dormir con cualquier cuento cantado que le
inventara.
De
pronto se detuvo, y se puso derechito, abandonando por completo su concentración
en la pantalla a lo que da una mirada a su alrededor, y dice:?It?s too dark in here Abuelito. No me gusta cuando está tan oscuro.?
??Por
qué?? le cuestiono. ?Si encendemos las luces tu madre es capaz de verte cuando
llegue, y ya sabes lo que eso significaría.?
?Si,
pero le tengo miedo a la oscuridad.?
??Miedo?
Que miedo, ni que miedo, Jaedon. El miedo de la
oscuridad depende de lo que tu quieras ver en ella. Si te imaginas que hay
cosas malas, vas a verlas, y si te imaginas que hay buenas, vas a verlas buenas,
y ya no te dará miedo. Además,? le digo, seguro de que ya con esto le calmaría
su temor, ?yo estoy aquí contigo, y no te va a pasar nada.?
Era un
buen momento para ense?arle algo a mi nieto que le sería útil en la vida. Hacerle
vencer su miedo a la oscuridad a esta temprana edad lo prepararía para los mas
graves temores que nos acosan de adultos. Una de las más importantes obligaciones
y responsabilidades a que me suscribí como papá fue la de educarles un pensamiento
crítico a mis hijos, para que fueran desinhibidos al cuestionarse a si mismos o
a otros, y de resistir a los que traten de imponerles criterios ajenos intencionados
en sofocar la sensatez de su sentido de discreción. Esa ense?anza es crítica, a
mi juicio, para que puedan sobrevivir si acaso la vida los dejara de pronto sin
la protección y el soporte de sus padres.
Someter
a los ni?os desde temprana edad, o dejar que ellos mismos se sometan a ciertos retos
físicos, forma parte esencial, pero no primordial, de esa ense?anza. De mayor
importancia es que desarrollen la certeza mental e intuitiva que les ayudará a confrontar
y sobrellevar las adversidades físicas, sociales, sicológicas y demás que suelen
interponerse en nuestro caminar por la vida. Ese momento con Jaedon se prestaba idealmente para inculcarle una dosis de critical
thinking, que le sirviera para discernir entre lo que es producto
de su imaginación y lo que es realmente palpable?y así vencer su temor de la
oscuridad o, de otro modo, de lo que no nos es siempre evidente.
?Lo oscuro
es nuestro amigo ahora?, le manifiesto, confiado que apreciaría la lógica de la
analogía. ?Nos protege para cuando lleguen tus padres, y te dará tiempo a que
corras arriba.?
?Si, pero todavía le tengo miedo? me contesta,
sin haberse convencido.
??Pero
porqué sientes miedo?? insistí en preguntarle.
Desplazando
sus deditos expertamente sobre el teclado del laptop de su padre, hace un gesto
de resignación con los hombros. ?Hay que tenerle miedo a algo?.
En el instante que escucho su respuesta, reconozco la brillantez de la
lección filosófica que acababa de darme el chiquillo. Con su pura y privilegiada
inocencia de ni?o me presentó, de manera concisa y envidiablemente casual, una útil
perspectiva de reflexión para momentos en que ponderamos la insensatez de
algunos de nuestros tantos—y a veces, inexplicables—temores.
Agradecido por el contenido sabio de su observación, le dí la razón y lo abracé. ?Anda, enciende la luz,? le dije.
El
momento aquel con Lucas en South Beach resultó ser como el que pasé con Jaedon, en que me sirvió de gran aprendizaje?y algo más.
Lucas
había aceptado mi reto de abordar cualquier tema serio, y estaba dispuesto a que
eligiera yo la línea de conversación. Yo no tenía idea por que carril llevar la
charla, pero sabía que el nieto estaba feliz de estar con nosotros y no quería
que le fuera pesado el asunto.
Decidí
referirlo a una conversación que tuvimos la última vez que nos había visitado
en Miami. El y Jaedon se alojaron en una de las
habitaciones que le habíamos habilitado desde a?os atrás para cuando nos
visitaran. Lucas estaba ya en la parte de arriba de la
camarote, leyendo un ratito antes de entregarse al sue?o. Me le acerqué
para darle las buenas noche, pero le noté que tenía
ganas de que no me fuera tan rápido. Era evidente su deseo por el par de preguntitas
de nada en especial que me hizo. Ninguna lograba captarnos el suficiente
interés para darle larga, pero quería complacer sus ganas de que no me fuera y
decidí tocarle un tema que tenía pendiente para él.
?Sabes
Lucas, yo te he querido decir que admiro mucho tu gran sentido de profundizar sobre
la vida con cuestionamientos importantes que le haces al porqué de las cosas
que a veces nos suceden.?
En
seguida le brillaron los ojos y la atención inmediata que me puso confirmó su
gusto por este tipo de charla.
??Recuerdas
aquella vez que te conté sobre el examen final de 10 preguntas que nos dio a la
clase mi maestro de Biología cuando estaba en la academia militar, y que entre
las 10 preguntas una dejó perplejos a todos en la clase porque no sabíamos qué
demonios tenía que ver con biología?? ?Te
acuerdas que conversamos de ello?
?Sí,
y la pregunta era ?por qué??
??Exactamente!
?Ves lo que te he dicho de ti, de lo que particularmente admiro en ti? El solo
hecho de que hayas recordado eso es admirable, me confirma lo que dije de tu
sentido de profundizar?y de que te interesan esos temas??
?Y la respuesta era ?porque sí?? agrega
orgullosamente.
??Así es, wow, Lucas! ?Como me encanta que
te hayas acordado!
Y
así es la vida, sabes. Hay preguntas que no tienen más respuesta que esa. Y
sabiendo que no existe mejor, ni que es necesario más explicación para entender
su significado, nos hace realizar que la vida es en si un gran porqué y que por
eso es interesantemente misteriosa y llena de sorpresas, a veces amargas y a
veces dulces. Y son así porque sí. Es muy complicado tratar de darle una
explicación a todo. Por ejemplo, cómo puedes explicar, ?por qué existe el
mundo?? (Enseguida el gesto de que comprende). ??O los océanos? O, por qué se comporta la humanidad así de irracional, que por un
lado puede crear cosas bellas como el arte, y por otro le causa enormes da?os a
la naturaleza? ?Por qué existes tu? ?Por qué eres como eres? Nada más
allá de porque sí puede darnos de
verdad una respuesta que podemos decir, ah, sí, esa es.?
???????? ?Y por eso, because lo cubre todo.?
???????? ?Si, y no por pereza en darnos
respuestas más largas para entender las preguntas que nos hacemos, sino por que
a veces hay que verlo todo así, de manera amplia, para que realicemos que hay
cosas que existen en su estado completo simplemente porque sí.??
Sabía que, a su manera, Lucas estaba comprendiendo el valor de la perspectiva
que le estaba ofreciendo sobre su propia existencia. Me era particularmente importante
que siguiéramos en esa línea, porque Lucas tiene, como tuve yo hasta la adolescencia,
malos hábitos alimenticios.? Sin mucha de
la variedad necesaria en su dieta, tiene compulsión por lo dulce, y eso nos concierne
a todos. Hay una epidemia de obesidad entre ni?os en Estados Unidos y una
incidencia alta de diabetes que va en aumento. Judy y
yo tenemos mucha preocupación sobre su salud si no logra modificar sus hábitos de
comer. Pero desde peque?o ha sido una lucha cuesta arriba. En los muchos
encuentros por lograr que coma esto o lo otro que no le ?gusta?, el se sale
usualmente con la suya. Tal vez la ense?anza sobre si mismo que estaba procurando
ilustrarle, le daría, aunque indirectamente, nuevas herramientas internas para
lidiar con su problema.
Producto probable de las dificultades que le causan su sensibilidad
emocional, Lucas padece un notable nerviosismo tenso dentro de si que se pronuncia
cuando siente estrés, usualmente cuando es presionado, o más bien, cuando el se
presiona demasiado a si mismo, ya sea porque tiene un reto o una tarea por
delante en la cual no se siente muy confiado de poder afrontar o resolver. Los
incidentes con su comer son ejemplo clásico de ello, como cuando se le
cuestiona lo que pide o desea comer, o se le exige que haga el intento de probar
comida que por su mero aspecto irracionalmente rechaza rotundamente. Esto le es
causa de mucha tensión, porque es un issue de familia que probablemente siente que él es su
causa, o al menos en parte. Siempre pienso en lo preferiblemente saludable que
sería para él si disfrutara con la misma calma que lo hace con el dulce, cuando
se nutre con la alimentación adecuada que merece su consistencia biológica.
Al
verlo compartiendo con nosotros calmadito y contento, exhibiendo nada de su nerviosidad,
me propuse a ni siquiera tocar el tema de la comida o incomodarlo con cualquier
otro que lo hiciera sentirse fiscalizado o pendiente de cómo se comporta. Lucía
bello el muchacho, coloradito de cachetes y guapo y estaba desplegando un
entretenedor sentido de humor. No quería correr el riesgo de da?arle el
regocijo que sentía de estar con nosotros.?
Así que me atreví a proponerle un tema de conversación que me diera
indicio del estado general de ánimo que le tenía a su propia vida. Estaba
deseoso de escuchar de él mismo como le iba en su vivir. Y no quería abordarle
el tema con uno de esos estériles ?que hay de nuevo? o ?cómo va la vaina? que
soltamos desasociadamente tan a menudo.
Intuitivamente,
Lucas cuenta con un intelecto y sentido de lógica que le permite manejar con
gran facilidad el contenido filosófico de las cosas. Su sabiduría proviene directamente
del privilegio de ser ni?o y de las esencias de la creatividad e imaginación innatas
de su ni?ez. Cuando Lucas hace contacto con esos centros dentro de si se permite
campo suficiente en su reflexionar para confiar en las recompensas que le
ofrecen las respuestas filosóficas que el mismo se provee. En ese sentido, con
ganas de que explotara ese don, quería llevar mi indagatoria sobre como veía él
la manera en que le estaba resultando su experiencia de vivir su vida.
Profundo
dirán, y con razón, pero es un terreno que maneja bien el muchacho.
Como
preámbulo a la temática que estaba por proponerle, le había recordado de la
conversación que tuvimos meses antes sobre el distinguido profesor de biología,
fumador de pipa, que tuve en mi segundo a?o de high school. En el examen final
de apenas 10 preguntas, la quinta era solo ?Why??, ?Por qué?, cosa que tomó a
toda la clase por sorpresa cuando el maestro repartió el examen con
instrucciones de no hablar. Las miradas y expresiones que nos comenzamos a
cruzar era evidencia muda de lo perplejos que nos había dejado la inesperada e
incomprensible naturaleza de la extra?a pregunta. Al día siguiente, cuando recibimos
los resultados, nos enteramos que solo un alumno dio con
la respuesta correcta. Y así como entendí lo lógicamente obvio de la pregunta
en el momento que el profesor nos desveló su sabio misterio, Lucas también lo
había comprendido en el momento que le hice la pregunta en el contexto de mi
cuento. De hecho, casi da con la respuesta—no con una palabra, sino varias—, pero
yo, a cambio, como la mayoría de mis colegas, estuve totalmente perdido cuando
confronté la pregunta. ?Because?, o sea, ?porque sí? nunca se me ocurrió.
Al recordarle
a Lucas el significado de la lección del cuento del examen, enseguida se sintonizó
a esas dimensiones de su intelecto donde reside su innata sensibilidad por la
filosofía. Viendo que estaba abierto de mente para profundizar, le pregunto: ?En
estos 9 a?os que tienes de vida, cuando miras atrás y ves el recorrido que ha
tenido tu vida hasta hoy, quiero preguntarte: ?cómo te sientes con tu vida??
Lo
había puesto a pensar. Su mirada confirmaba que le agradaba la pregunta. Se
tomó un segundo, y apartando los labios del carrizo con el que absorbía su
refresco, responde, ??Qué quieres decir??
?A
ver, déjame ponértelo de esta manera. En estos nueve a?os que llevas de vida, y
de esos, de los que tienes memoria y llevas conociéndote, has estado, consciente
o no, observando las experiencias que vives, felices o tristes, difíciles o no,
en tu casa y fuera de tu casa, con tus padres o familiares y amigos, en el
lugar donde vives o los que has visitado, tus experiencias en la escuela o fuera
de ella, todo este tiempo en que llevas viviendo tantas cosas, que en conjunto
ya forman una buena historia de quién es el Lucas que tu conoces bien, esa
historia que comienza en un lugar de tu memoria y cuyo final aun no conoces. Y
mientras sigues viviendo, sigue creciendo esa historia, como si fuera una película
cuyo fin aun no conoces, donde tu eres la estrella, el protagonista principal,
donde participan los otros personajes que son parte de tu vida, como tus
padres, tu hermano, yo, tu abuelita, amigos, en fin
todos los que han tenido y tienen un encuentro contigo, el personaje principal
de tu película.
Y
como en las películas, estos personajes, incluyéndote tu, a veces la pasan bien
y otras mal, porque así es la vida. Por ejemplo, el héroe de un film, no llega a ser lo que es, a tener su valentía, sin
pasar por pruebas fuertes que a veces le hacen pensar que no podrá vencer sus
obstáculos que se le interponen en su camino. Incluso a veces se siente agobiado
y débil, frustrado y deprimido porque piensa que tal vez no tenga la fuerza, ni
el coraje necesario para seguir adelante. Pero de alguna manera, se hace
preguntas serias y se da cuenta que tal vez no le queda otra que luchar para
seguir adelante. También hay momentos en nuestra vida en que nos resultan bien
las cosas. Todo eso, toda esa mezcla de experiencia, conforma
nuestras vidas, nuestra película, y nos toca a nosotros observarla, porque en
verdad nadie conoce nuestra propia historia tanto como nosotros mismos. Así que si te puedes ver en donde estás ahora en tu vida, en tu historia,
y das una mirada hacia atrás verás claritamente el camino que has recorrido. Y las
vivencias que más se destacan en nuestra memoria hacen interesante ese camino,
y se hace aun más interesante porque a medida que vives tu vida puedes armar tu
película con cuentos de experiencias nuevas. Lo bueno es que mientras estas
viviendo tu película, puedes tomar tiempo para darle un vistazo y ver como has
participado en ella.
Y
aunque puedan haber partes tristes y dolorosas en tu
historia, hay que disfrutarla igual, porque uno no sabe cuando acabará nuestra
película.? Nos podemos morir de viejo—o
joven—, de una enfermedad o de un accidente, o simplemente porque sí, pero lo importante
es que gocemos de nuestra película ahora, lo bueno, lo malo y lo feo de ella. Y
mientras dure, lo que no cambia nunca durante tu vida, es que tu eres no solo la
estrella de tu película sino el quien mejor conoce su cuento.?
Durante
todo mi discurso, Lucas permaneció fijamente atento, escuchando todo lo que le
decía. Y aunque ocasionalmente el mesero interrumpía la descarga, la agarraba
de vuelta sin perder su atención.
?Así
pues, mi nieto querido, volviendo a mi pregunta. Con todo esto en mente,
sabiendo que la historia de tu vida es tu gran película, déjame preguntarte
otra vez:? ?Cómo
va tu vida, cómo se te siente a tus 9 a?os?
Echándose
hacia atrás en su silla, dirige su mirada lejos, al otro lado de la calle, mas
allá de la gente en la playa y de las olas, hacia lo distante del mar, como si necesitara
esparcir en el horizonte el gran sentido que contenía todo lo que le había
dicho, para así destilar su significado de manera que pudiera responder honestamente
y con claridad.
?My
life is going great!? me
responde con un entusiasmo medido que se le reflejaba en el resplandor de
confianza de su mirada. ?Tengo algunos ?tweaks? (ajustes) que hacerle aquí y allá, pero en general
no me puedo quejar.?
La abuela
y yo quedamos orgullosos de su perceptiva reflexión. Una vez más nos demuestra
el gran pensador en cosas profundas que es.
?No
tienes idea lo orgulloso que me haces sentir, Lucas.?
?Y a
mi también?, agrega la abuela.
?Pero
a ver, dime y ?qué ajustes? serían, por ejemplo??
Sin
titubeo responde, ?Bueno, tengo que trabajar en el problema que tengo con la
comida.? No es fácil para mi, pero se que
si me doy tiempo voy a poder lidiar mejor con ese problema. Tengo también unos
asuntos de escuela que debo corregir: el uso de mi tiempo, por ejemplo, y tal
vez tomar más en serio mis estudios. Y hay otras cositas por aquí y por allá.?
?Es admirable la honestidad de tu respuesta?, le celebro. ?A tu
abuelita y a mi, nos da mucho confort saberte así de sabio, Lucas. Tienes una capacidad
de conocerte de tal manera que se nota que podrás lidiar con las altas y las
bajas en tu vida. Yo sé que vencerás lo de la comida a su debido tiempo.?
De
allí en adelante, la tarde con nuestro nieto resultó hasta más sabrosa y
provechosa de lo que habíamos anticipado. Para mi, especialmente. La actitud de
Lucas sobre si mismo y su vida me instó a reflexionar sobre mis propios
problemas y como éstos estaban afectando el nuevo cruce de caminos que
enfrentaba a los 65. El hecho de que me encuentre ahora, en este momento,
escribiendo, habiendo llegado aquí en esta sección de mi sitio Web, es producto
directo de lo que en lo personal logré superar, gracias a la lección que a
cambio obtuve yo sobre mi propia vida esa tarde que compartimos con Lucas. La
documentación virtual que he recopilado—y estaré recopilando—aquí en rogeliopretto.com
de las memorias y los recuerdos de las experiencias que he tenido durante el
transcurso de mi relación de toda una vida con el arte, ha sido un sue?o
personal de a?os que el procrastinar desvanecía. El pasar del tiempo profundizaba
el bloqueo mental que me impedía darle arranque. No sabía por dónde, ni como
comenzar el documental (por así llamarle) sobre los recorridos por la historia
de mi vida en donde el arte ha dejado en mi su indeleble marca.?
Y no
me refiero específicamente a mis andares por las artes plásticas. Tampoco a
logros en la carrera de pintor y actor, pues logros a largo plazo, los tradicionalmente
considerados como éxito en esas disciplinas, no los he tenido ciertamente. Mi
relación con el arte es aquella que he tenido estrictamente en lo personal, desde
muy peque?o, en la manera, fuera de la norma, artísticamente apasionada, con que
he vivido y he percibido y reaccionado a los eventos y experiencias que más
fuertemente marcan el desarrollo de mi vida. Así como le hice ver a Lucas que el
contenido de la suya, visto a través de sus ojos y recuerdos como un cuento
vivido en su propia carne es una tremendamente interesante y valiosa historia
que tiene al alcance de su memoria, el contenido de la mía también ha tenido
ese particular atractivo para mi.?
Y
siempre lo he visto así. De esa manera, pese los logros y los fracasos que
marcan su largo camino, mi vida sigue repleta de profundos aprendizajes
filosóficos que me siguen conduciendo hacía el camino de la gran sabiduría. Siempre
he deseado documentar estos aprendizajes, para que al menos le quedaran de testimonio
y legado a mis hijos y sus hijos. Así contarían, particularmente cuando yo ya
haya cumplido mis a?os de existencia, con una fuente informativa, personalmente
mía y fidedigna, de estos asuntos del Ser que por mucho tiempo llevo
considerando con tanta importancia.
Y cuando
el fenómeno informático del Internet hizo su presencia en la realidad humana de
manera accesible a cualquiera en el mundo, me atrajo con mucha fuerza la idea
de tener un sitio Web propio para publicar allí, en el terreno infinito del ciberespacio,
los cuentos y las memorias de mis experiencias. Así serían estos compartidos no
solo con mis descendientes, sino con cualquier visitante que diera con el sitio.
Que
al fin puedo hacer mi película pública
en el Internet (aunque parcialmente, en espera de información y nuevos relatos que
quedan por incluir
y contar) para el juicio o disfrute de a quién le interese, ha sido posible por
lo que aprendí de mi mismo cuando en función de abuelo interesado en el
bienestar de su nieto. Mientras pretendía que la descarga con Lucas le resultara
en una lección para mejorar su capacidad de supervivencia, haciendo uso
improvisado de la metáfora de su película,
pude al fin superar mi bloqueo y conceptualizar el libreto y la producción de
la mía.
Espero
la disfrutes.
<< anterior | siguiente >> |